Las relaciones de madres e hijas son muy
complejas, ya que en la mayoría de los casos las madres ven reflejada en la
hija su propio ideal y existe el riesgo de que las madres quieran reparar propios
anhelos, convirtiéndose, a veces, en vampiros a expensas que asechan a las
propias hijas, obligando por ejemplo a que sean bailarina, actriz, cantante
porque siempre quiso serlo y las circunstancia se lo impidieron.
“El
día que tú naciste, dejé de ser la hija de mi madre para ser la madre de mi
hija. Ese día comenzó la vida para ti… y también una nueva vida para mi”. Anónimo
Hay casos donde disfrazan a las niñas de
modelos, obviando si les gusta, tienen talento o condiciones físicas e imponen
cientos de profesiones, mediante las cuales algunas madres liberan en las hijas
sus frustraciones, moldeando la propia identidad, tratando de convertirlas en
alguien que no son y que pudiera desenlazar en trastornos en la personalidad.
“Así
como aceptamos a nuestras hijas, las liberamos para que sean lo que son en un
mundo que siempre está tratando de convertirlas en otra persona”. Tim Hansel.
Esta situación se observa no sólo en la etapa
de la niñez, sino también se prolonga en la adolescencia e incluso en la adultez,
cuando inducen a los hijos a estudiar alguna carrera que le gusta a la madre,
ya sea porque es tradición familiar, le parece idónea para la hija o porque la
madre quiere realizar sus sueños a través de su hija; truncando sus sueños,
¿desconociendo sus talentos y porque no? Su misión de vida...
Eso sucede, muchas veces, por la necesidad de
la madre en tener una amiga, una cómplice y un reflejo o por las carencias que
no tiene cubiertas con la pareja, amigos, o con su propia madre. Aquí lo más
delicado es la falta de respeto hacia la individualidad y la libertad de la
hija para escoger.
En este tipo de relación hacemos que nuestras
hijas se conviertan en mujeres dependientes que necesitan siempre la aprobación
de las madres, incluso en la vida adulta, mientras que el rechazo materno puede
provocar en casi todo un profundo dolor. Igualmente, las glorias y fracasos de
las hijas son vividos por las madres como una evaluación constante, de su papel
como formadoras en valores inculcados en la infancia, induciendo a las hijas a
descubrir quienes son, quién quiere ser y cómo se relaciona con los demás.
Es un vínculo de enorme importancia a lo
largo de toda la vida de cualquier mujer, incluso tras el fallecimiento de la
propia madre.
¿Las madres en la infancia también tienen
formación de sus propias madres, que paso con ellas? que al convertirse en
madres se transforman o repitieron patrones, mismos cuando sentían frustración
por el comportamiento de estas.
Lo cierto es que cuando se es buena madre la
relación es buena entre ambas, se descubre lo complejo que representa “hacer”
personas, criar seres humanos, pero respetando la individualidad. Sin embargo,
una mala relación ocasiona un daño, muchas veces irreparable.
La lucha entre madres e hijas muchas veces se
ve refleja en cuanto control se quiere tener sobre las hijas, para guiarla de
acuerdo a lo que creen que es bueno y apropiado para una mujer; mientras las
hijas, a partir de la adolescencia, intenta conducir su vida a su manera y no
de acuerdo a las creencias de su madre, estas buscan formar su propia
identidad.
Pero lo irónico es que con el paso del tiempo
madres e hijas suelen acercarse ya que al momento de ser madres muchas logran
entender y valorar todo lo que la madre le enseñó, porque ahora le toca a ella
hacerlo con sus hijos y lo hace recordando cómo lo realizó su mamá, bien sea
para repetir o para cambiar según la experiencia de vida.
Cuando la relación de madre no es castrante,
aunque existan momentos difíciles, ésta puede ser una relación muy rica,
mientras exista respeto y la madre no pretenda ser la "amiga" de su
hija, sino mantenerse en su rol de madre, siendo la persona a la que se acude
cuando se tiene un problema y que puede explicar y transmitir su experiencia como
mujer, las amigas están en la calle las madres son la guías y como tal deben
comportarse.
¿Como mejoramos la relación con las hijas? Una
de las formas es compartiendo el tiempo libre con ella, descubriendo su interés,
conociendo lo que le gusta, aconséjala y cuéntale las propias experiencias, demuéstrale
cariño frecuentemente, haciéndole sentir cuan orgullosa de ella se está, habla
y sobre todo escúchala, alégrate de sus éxitos y celebra sus talentos y lo más
importante confía en tu hija y en la educación que le has dado, dale la
oportunidad de equivocarse y elegir.
“Lo
que me gustaría darle a mi hija es libertad. Y esto se logra con el ejemplo, no
con la exhortación. La libertad es una rienda floja, un permiso para ser
diferente de su madre y ser amada de todos modos”. Erica Jong.
Recordemos que los hijos son personas y por
tanto tiene la libertad de decir lo que quiera; no la obligues a hacer nada,
muéstrale cómo es un día en tu vida, se positiva cuando salgas de compras, las
hijas tomaran en cuenta tu opinión, así que se honesta, pero amable, inicien
con el ejemplo, haz primero lo que quieres que ella imite, los pequeños
momentos cuentan, así que no tienes que planear nada grande. Incluso un momento
de cariños puede ser un momento inolvidable, deja el miedo y dile que la
quieres.
“Tu
hija no prestará mayor atención a tus indicaciones, consejos y amonestaciones.
Pero no dudes: te estará observando para imitarte. Asegúrate de ser un buen
modelo”. Agustina Navarro.
Espero tus comentarios y sugerencias a la dirección
electrónica: kimberlainmurati@gmail.com
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